Voluntad sensible en tiempos digitales: un llamado al arte, la conciencia y la naturaleza
- Maria Luisa Barrientos
- Jun 25
- 3 min read
Vivimos en una sociedad donde la inteligencia artificial ha tomado un papel cada vez más relevante, especialmente en las grandes ciudades. Su presencia es evidente en múltiples áreas: aplicaciones de salud, educación, robots de compañía, chatbots, asistentes en restaurantes, algoritmos en dispositivos móviles, aplicaciones bancarias, entre muchas otras. Ante este panorama, surgió el ¿qué podemos hacer?
Si logramos crear espacios donde niños y jóvenes puedan desarrollar actividades artísticas durante su crecimiento, estaremos fomentando la formación de una voluntad sensible. Más adelante, cuando lleguen a la adultez, podrán ejercer un juicio más libre y consciente.
Este proceso no ofrece resultados inmediatos. Requiere un esfuerzo constante y diario, pero con el tiempo dará frutos, formando generaciones más equilibradas y saludables.
Si bien, durante más de un siglo, la sociedad ha priorizado el desarrollo de la ciencia y la tecnología en el ámbito material, generando un fuerte condicionamiento social, esto no significa que el rumbo esté determinado. Si hay un impulso genuino de voluntad, podemos empezar por fortalecer nuestra propia voluntad como adultos, convirtiéndonos en un ejemplo para nuestros hijos y alumnos.
Ahora conocemos que la formación de la voluntad comienza en las primeras etapas de la vida, sin embargo, en dado caso que detectemos que esta área ha sido descuidada, no debemos perder las esperanzas, al contrario, es un área de oportunidad para trabajar en su reactivación, especialmente entre las nuevas generaciones de padres, ya que hay una gran mayoría que han crecido en un mundo digitalizado que, lejos de fortalecer su voluntad y libertad, tiende a debilitarlas.
Dentro de las observaciones, encontramos que los padres más jóvenes, están cada vez más acostumbrados a la inmediatez de la digitalización, por lo que pueden encontrar difícil establecer límites frente a la creciente influencia de la tecnología. Aceptando sin cuestionar que sus hijos interactúen con muñecos robots desde una edad temprana, antes de haber desarrollado un vínculo sólido con su entorno natural.
Aquí surge un dilema: lo natural frente a lo artificial.
Para generaciones anteriores como la mía, esta diferencia es clara, pero en algunos sectores sociales, el contacto con la naturaleza se ha ido perdiendo. Experiencias tan simples como caminar por el bosque, observar un nido de pájaros o admirar la estructura de una colmena están siendo reemplazadas por interacciones digitales enfocadas en el consumo.
Cada individuo tiene su propio ritmo de desarrollo y este debe ser respetado. Sin embargo, quienes poseen conocimiento no es benéfico el guardarlo para sí mismos, sino asumir la responsabilidad de compartirlo. Es necesario sembrar la semilla en lugares donde aún no se conoce la obra de Steiner y otras perspectivas que fomentan una conexión más profunda con la vida.
Steiner mencionaba que, en ocasiones, incluso la antroposofía debía sacrificarse para permitir un desarrollo inconsciente en la sociedad. Quienes trabajan espiritualmente pueden sostener a aquellos que aún no han despertado a esta dimensión, ya sea porque aún no han encontrado el camino o porque no están listos para ello.
Frente a esto, tenemos dos responsabilidades esenciales:
Integrar el conocimiento espiritual en nuestra vida cotidiana, permitiendo que nos transforme primero a nosotros, para luego irradiarlo a nuestro entorno.
Crear espacios dentro de nuestras comunidades donde podamos acoger a quienes buscan, aunque no siempre sepan cómo expresarlo, un desarrollo del ser más profundo.
Es importante pedir al mundo espiritual que genere encuentros significativos entre aquellas almas que, consciente o inconscientemente, buscan un crecimiento mayor. Así, podremos contribuir a la formación de nuevas generaciones que nutrirán la Tierra de una manera más espiritual, orgánica y amorosa.
Este cambio puede manifestarse de muchas formas: a través de colaboraciones, asesorías, charlas para padres, espacios artísticos o cualquier iniciativa que resuene en nuestro corazón y nos ayude a recuperar la conexión con la materia y la naturaleza.
No podemos volver a tiempos en los que la espiritualidad estaba profundamente arraigada en la vida cotidiana. Sin embargo, nuestra tarea no es resistir el cambio, sino comprender cómo podemos integrarlo de manera consciente.
A pesar de los errores que podamos cometer, tanto a nivel individual como colectivo, siempre podemos retomar el camino. La clave está en determinar cuándo seremos realmente capaces de usar la digitalización como una herramienta que sirva a nuestro propósito, sin que nos domine. La decisión está en nuestras manos: depende de nosotros cómo reconstruimos nuestra relación con nuestro entorno y con la tecnología.
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